miércoles, 4 de mayo de 2011

Pasión con mi sobrina

Mi sobrina Raquel se ha convertido en una mujer espectacular, despertaría la pasión en cualquier hombre por la belleza de su cuerpo y el espíritu ardiente y apasionado que se adivina en su rostro dulce. Tiene unos ojos azules y profundos, una larga melena rubia y unos pómulos altos y marcados que le dan un aspecto nórdico y un poco frio
Al principio, los diez años de edad que nos separaban resultaban un abismo infranqueable para sus claros deseos de seducirme (de una manera pura e inocente, claro está) porque era evidente que al no tener padre yo constituía para ella el paradigma de la masculinidad y estaba enamorada platónicamente de mí, pero a medida que fue cumpliendo años ese abismo se fue empequeñeciendo y propiciando que ella cada vez fuera más osada en sus provocaciones y tomara mas iniciativas para atraerme.
Ya con dieciséis o diecisiete años, cuando fuimos a pasar unos días de veraneo a su casa del pueblo, Raquel empezó a mostrarse menos púdica que de costumbre cuando estábamos solos (nunca si su madre o mi mujer andaban cerca) y era rara la vez que no se sentaba “despreocupadamente” frente a mí y me dejaba ver sus bonitas piernas de adolescente y sus braguitas blancas de algodón al final de aquellos muslos largos y tersos. Aquellos episodios me llenaban de turbación y desasosiego, porque si bien la moral y la ética me hacían dirigir la mirada en otra dirección, siempre quedaban en mi retina aquellas imágenes turbadoras de Raquel.
Otras veces iba un poco más allá y me pedía que la sujetara para no caerse con la escusa de coger cualquier cosa, lo que se le ocurriera en ese momento, de algún lugar elevado, como una maleta en el altillo de un armario o un libro que siempre estaba en el último estante de la biblioteca, y así, subida en un taburete o una silla alta, me obligaba a sentir la suavidad de su cintura a través de la tela de sus finos vestidos, a la vez que contemplaba a un palmo de mi cara la piel morena de sus piernas por debajo de unas falditas supercortas.
Cuando llegó a la mayoría de edad, afortunadamente, todo aquello cambió. Me pareció que aquel sarampión juvenil había quedado olvidado para siempre, pues se echó de novio a un mocetón del pueblo de metro noventa que la colmaba de mimos y de arrumacos a todas horas, con lo que yo me creí liberado del peligro de caer en las tentaciones de Raquel, porque puestos a ser sinceros, os tengo que confesar que también yo empezaba sentir una atracción morbosa y antinatural por mi hermosa sobrina, así que llegado el día de su boda, yo fui su orgulloso padrino a falta de su padre y sentí un alivio enorme de mis inquietudes incestuosas.
La llevé del brazo hasta el altar y la entregué a su futuro marido sintiendo en aquel momento una inesperada e inexplicable punzada de celos en mi corazón, la cual me apresuré a enterrar en mi subconsciente porque creía que no estaba bien sentir aquello. Me concentré en pensar que ella estaba preciosa, con aquel vestido de novia tan escotado que dejaba ver gran parte de sus senos, con su alta y atlética figura dibujada en la seda blanca y con el velo de tul dándole un toque misterioso a su mirada azul, pero todo eso se vino abajo cuando en el momento de decir “Si, quiero” sus ojos se dirigieron por un instante a los míos en vez de a los de su marido y volví a ver en ellos aquella mirada perdida y soñadora de sus quince años.
- ¿Tito Joaquín?
- Hola Raquelita, guapa ¿cómo está el niño? ¿se ha puesto peor?
- No, no tito, sólo te llamo para saber si mañana vais a estar en casa
- Bueno, tu tía dobla el turno mañana, pero yo seguro que voy a estar porque tengo libre todo el mes, hasta el uno de septiembre estoy de vacaciones….¿que querías?
- Es que mañana tengo revisión en el hospital, y quería saber si puedes recogerme en la estación, porque Felipe no va a poder llevarme
- Claro que sí ¿a qué hora llega el tren?
- A las ocho y media
A las ocho y media en punto estaba yo como un clavo esperando en la estación y cuando vi a aquella mujer ten hermosa que era mi sobrina con el bebé en brazos avanzar por el andén, sentí revivir en mi interior los viejos demonios del incesto.
Raquel, con la maternidad, había madurado plenamente y a sus veinticinco años estaba más guapa que nunca. Como estaba amamantado al bebé le habían aumentado los pechos y se le marcaban bajo el tejido de su camiseta blanca con toda rotundidad, se le ceñían tanto que se podía distinguir hasta el dibujo del encaje de su sujetador. Llevaba la melena rubia recogida en una cola de caballo y una minifalda vaquera que enseñaba gran parte de sus piernas largas y morenas calzadas con unas alpargatas de cuña, que la hacían todavía más alta de lo que es.
- Hola preciosa ¿no has traído el carrito del niño?
- No, es que en el tren resulta un incordio, y luego en el coche….y en el hospital, mejor lo llevo en brazos, es más cómodo
- Bueno, pues vámonos que tengo el coche mal aparcado
- Bien pero antes dame dos besos, anda, no seas tan descastado que yo te quiero mucho
Cuando me abrazó, un ramalazo eléctrico recorrió todo mi cuerpo, al sentir aquel par de tetas grandes y esponjosas apretándose contra mi pecho a la vez que su mano libre acariciaba mi espalda, como hacía siempre que nos veíamos. Yo no pude resistir la tentación y también acaricié su cintura un poco mas prolongadamente de lo necesario mientras ella me plantaba dos besos húmedos en las mejillas y uno de ellos, como por casualidad me rozó la comisura de los labios.
- ¡Hola Felipito! ¿Me das un beso?
El crio rompió a llorar en cuanto vio que su madre lo acercaba a mis brazos creyendo que lo iba a dejar solo, porque desde que había estado ingresado en el hospital, por una enfermedad gastrointestinal grave, lloraba como una magdalena cada vez que no la tenía cerca y mi sobrina se descomponía y acudía rápidamente a consolarlo, lo que contribuía a empeorar la histeria del niño.
- Perdona tito, pero ya ves como se pone en cuanto lo suelto
- No te preocupes, no pasa nada, los críos tienen estas cosas
Nos montamos en el coche y en apenas diez minutos ya estábamos en la entrada de consultas externas
- ¿A qué hora tienes el pediatra?
- ¿El pediatra? No, no, esta revisión no es para Felipín es para mí
- ¡Ah! ¿Pero estás enferma? No sabía nada
- No tito, es sólo una revisión de rutina
Afortunadamente apenas tuvimos que esperar unos diez minutos sentados en el pasillo para que la auxiliar la llamara por su nombre, porque al ver la cantidad de mujeres que estaban en lista de espera yo me temía lo peor, lo malo es que no habíamos pensado en el niño, y cuando Raquel me lo puso en los brazos y entró en la consulta, se puso a gritar como un verraco. Por más que la madre intentó consolarlo no hubo nada que hacer, por fin le preguntó a la enfermera señalando hacia mí
- ¿El no puede pasar?
- Claro que si, señora, que su marido se ocupe del niño mientras el doctor la reconoce
Al oír eso sentí un pellizco en el estómago, por la emoción. La enfermera me tomaba por su marido y mi sobrina no la sacó del error, lo que hizo que al instante empezara a fantasear y a creer que uno de mis más secretos deseos se podría hacer realidad. Como en una película erótica, ya me imaginaba a Cristina desnudándose delante del médico, y a mí mirándola impunemente y a placer. La veía totalmente desnuda en la camilla, con las piernas abiertas mientras yo espiaba por encima del hombro del galeno y descubría sus mas secretas intimidades.
- Descúbrase señora (La voz del doctor me sacó de mis ensoñaciones calenturientas)
- ¿Me quito todo?
- No es necesario, de momento sólo la camiseta
Cristina, sentada en la camilla, se quedo en sujetador mientras el médico la auscultaba. Era un sostén blanco, sencillo, nada sofisticado. La única concesión a la coquetería era el encaje calado que dejaba transparentar sus pezones grandes y marrones de madre lactante, pero aún así, como yo soy un fetichista empedernido aquello me proporcionó un gran placer. Era como si le robase una parte de su misterio femenino al poder contemplarla con aquella prenda interior ciñéndole los senos apretados y llenos, sumergirme con los ojos en el canalillo oscuro entre las tetas y apreciar la carne blanca y sonrosada que se abultaba un poco en los bordes de la tela del sujetador.
- Por favor señora, desnúdese de cintura para abajo y tiéndase en la camilla. La tengo que reconocer
Aggggg, mi corazón se disparó a doscientas pulsaciones por minuto. Mi sueño se iba a hacer realidad. Ella me miró y sorprendió mis ojos clavados en su pecho y antes de empezar a desnudarse me sonrió, con una sonrisa resignada que parecía decir “Bueno, tito, te voy a proporcionar un agradable espectáculo y eso me hace feliz” pero la enfermera se encargó de echar un jarro de agua fría sobre mi acalorada mente
- Bueno, a ver si el nene no llora y podemos reconocer bien a mamá
Diciendo esto desplegó el biombo, ocultando a mi sobrina de mi vista y haciendo que se esfumaran de golpe mis ilusiones. Además el desgraciado de Felipito, por primera vez en toda la mañana, no daba muestras de llorar ni de protestar, limitándose a chuparse un puñito minúsculo dando muestra de que tenía un hambre canina.
Durante varios minutos estuve oyendo como el médico le pedía a Raquel que se desnudara del todo, incluido el sujetador, y cómo le hacía preguntas que ella respondía sumisa y atenta. Me pregunté porque la vida era tan cruel como para privarme de una fantasía que me hubiera hecho el más feliz de los hombres, pero sólo al final pude tener una pequeña recompensa.
- Ya puede vestirse, señora, está todo muy bien
El médico apartó un poco el biombo para dirigirse a su mesa mientras se quitaba los guantes de latex. Durante un instante fugaz, el tiempo justo que la desgraciada de la enfermera tardó en volver a cerrar el biombo, pude ver a Raquel incorporarse en la camilla y bajarse desnuda ¡completamente desnuda! para coger sus ropas del taburete donde estaban. Fue solo un flash, pero quedó grabado a fuego en mi cerebro, lo malo es que ella también tuvo tiempo de ver como yo estiraba el cuello, curioseando, con mis ojos clavados en su desnudez. Entonces fue cuando Felipín empezó a llorar de nuevo, cuando ya no servía de nada a mis propósitos.
Durante el trayecto hasta casa ella no me dijo nada de aquello y hablamos de mil tonterías. Como iba con el bebé en brazos, sentada en el asiento trasero, yo la miraba por el retrovisor mientras charlábamos, aunque Felipito apenas nos dejaba porque se chupaba el puño y lloraba de hambre, haciendo que la madre cada vez se pusiera más nerviosa
- Voy a tener que darle de mamar sin esperar a llegar a tu casa, tito
- Si ya estamos llegando, niña, es un minuto y aparco
Cuando entramos en la casa el crio estaba desesperado. Raquel, sin pensárselo dos veces, me lo puso en los brazos y se sacó la camiseta por la cabeza. Luego se llevó las manos a la espalda y se desabrochó el sujetador arrojándolo sobre el sofá. ¡Qué espectáculo más maravilloso ver aquellas dos tetas liberándose a un tiempo de las apreturas del sostén! Oscilaron durante un momento y luego se pararon erguidas y tiesas, rezumando leche por los pezones gordos y almendrados.
- Tito, pásame la bolsa, por favor
Yo estaba embobado mirándola con arrobo y ni me enteré de lo que me decía, porque el crio berreaba cada vez más fuerte y mis ojos los tenía clavados en aquellos hermosos pechos
- Titooo…tierra llamando a tito, tierra llamando a tito….jajajajaja
Cuando caí en la cuenta de lo que me estaba diciendo y de la risa que le había provocado que le estuviera mirando las tetas de esa manera, enrojecí como un pavo y le pasé la bolsa todo cortado. Ella, sin que al parecer la hubieran molestado mis miradas inoportunas, sacó una gasa y un botellín de suero y se puso a limpiarse con cuidado los pezones como si nada, con toda naturalidad, y cuando terminó se sentó en el sofá y me pidió que le pasara a su niño
- Bueno, me voy a la cocina para que le des de mamar tranquila al nene
- ¿Te vas a ir ahora, tito? ¿No quieres quedarte a ver como traga el mamoncillo este? Mamoncillo, que eres un mamoncillo….¿quieres la tetita de mamá? Venga toma
Entre los mimos y arrumacos de su madre, Felipín se afanaba en chupar, agarrando aquella preciosa ubre cálida y suave, con el pezón oscuro metido en la boca mientras que mi sobrina se apretaba la teta con dos dedos para que fluyera mejor la leche. Mientras el niño ordeñaba una, la otra teta, rebosante de leche, empezó también a rezumar y el líquido blanquecino empezó a chorrearle por el cuerpo abajo, en reguerillos brillantes hasta llegarle a la falda. Ella me hizo un gesto, señalándome con la barbilla aquel desastre y pidiéndome ayuda
- Tito, por favor, ¿puedes….? Coge una gasa limpia
No sé muy bien si lo que quería era limpiarse ella misma o que lo hiciera yo, por eso decidí no preguntar y aprovecharme por una vez en la vida de la situación. Con la gasa en una mano me dejé llevar por mis impulsos y con la otra agarré con mucho cuidado su pecho. El contacto con aquella piel de una suavidad extrema y una calidez acogedora hizo que la excitación que sentía se disparase hacia arriba y más cuando con el dedo envuelto en la fina gasa pude apreciar cada rugosidad de aquel pezón mientras lo secaba. Luego le sequé también los regueros del costado y del vientre y no paré hasta que ella me miró sonriente y me dijo
- Ya está bien, muchas gracias…..eres un sol, tito
Estuve un buen rato sentado frente a ella, contemplando aquel bello espectáculo de una mujer hermosa amamantando a su hijo y aunque tenía la polla dura y apretada contra mis vaqueros, dolorida por la presión, el placer empezó a conquistar terreno en las punzadas de gusto que empezaron a recorrerme el glande a impulsos rítmicos.
-Venga, cariñito, ahora la otra tetita de mamá
Cuando lo cambió de pecho, Felipín protestó un poco porque en ese lado le costaba más trabajo mamar. Mordía con sus encías el pezón, agarraba con fuerza la teta, tiraba. Mi sobrina empezó a fruncir los labios y a entrecerrar los ojos, suspirando
- ¿Te duele, Raquelita?
- Que va….tito….no es…eso……hmmmm
- ¿Qué tienes chiquilla? No me asustes
- No pasa nada, tito, tranquilo, a veces me da…….jajajaja……bueno….me da gusto, vaya. No sé si eso será normal, la verdad
- Ahhhhhh, sí, creo que eso es normal y ahora ¿te está dando…..gustito?
- Siiiiii…….. jajajajaja, que verguenza
No hacía falta que me lo jurara. Con el cambio de pecho, mi sobrina había cambiado de postura en el sofá y estaba medio recostada. La expresión de su cara, con los ojos cerrados y el casi imperceptible temblor de sus labios, indicaba que aquel mamoncete estaba acercando a su madre al éxtasis. Al relajarse, abrió un poquito las piernas, y como aquella faldita vaquera era demasiado corta para aquellos muslazos potentes y largos, mi condición de fetichista volvió a verse satisfecha plenamente, porque pude verle perfectamente sus braguitas blancas de lycra, marcando la raja vertical de sus labios íntimos, la oscuridad de su vello púbico asomando un poquito por las ingles, el bulto de su monte de Venus bajo el fino tejido.
- ¡Ay, por Dios! ¡Como aprieta este tragón! Me va a dejar sequita
Abrió los ojos de golpe y no me dio tiempo a disimular. Era tan obvio que le estaba mirando las bragas y el interior de sus muslos, que ella en un reflejo muy femenino cerró las piernas con suavidad y siguió hablando conmigo. Me sostuvo la mirada fijamente durante unos segundos, con esa sonrisa resignada y melancólica tan característica que tiene, como si dijera “vaya, vaya, por primera vez en muchos años mi tío está cayendo en la tentación de mirarme” pero luego desvió sus ojos de los míos como dándome permiso, de una manera silenciosa y tácita, para que la mirara y abrió de nuevo las piernas tan suavemente como las había cerrado.
Aquello me avergonzó tanto y me sentí tan mal por estar quedando en evidencia de esa manera ante ella, que me levanté diciéndole que estaría en la cocina preparando el desayuno hasta que terminara de dar de mamar al bebe. Aunque me aseguró de manera insistente que yo no la importunaba con mi presencia y me pidió que me quedara, no le hice caso y salí del salón, pero antes de irme pude comprobar algo que me llenó de incertidumbre y sorpresa, porque en las braguitas de mi sobrina había podido advertir, extendiéndose por la lycra, una manchita de humedad procedente de su vagina.
- Tito, ya hemos terminado
Apareció en la cocina con el crio apoyado sobre su hombro y dándole palmaditas en la espalda. Como seguía sin ponerse el sujetador, ofrecía una imagen muy sexy con aquella faldita vaquera como única prenda para cubrir su cuerpo de proporciones gloriosas y aquellos pechos tiesos y enhiestos oscilando con el más mínimo movimiento que hiciera, pero yo, como no quería volver a quedar como un mirón empedernido ante mi sobrina (que en realidad es lo que soy) le mantenía la mirada, sin bajarla en ningún momento salvo cuando ella no estaba atenta y podía admirarla con impunidad.
- Por lo menos Felipito ya ha desayunado y tú ¿no quieres desayunar? He preparado café, zumo y tostadas
- ¡Qué hambre, tito! Pero mejor desayuno después, primero quiero darme una duchita rápida. Estoy toda pringosa de leche y me gustaría también cambiarme de……..bragas
- Claro mujer, ahora mismo te enciendo el calentador
- Muchas gracias, ah y ¿te parece que deje al niño en la cama de tu dormitorio? como esta frente al baño puedo vigilarlo mientras me desnudo
- Está bien, ahora voy yo y me hago cargo de él
El corazón se me volvió a disparar en el pecho ¿había entendido bien? ¿se iba a desnudar con la puerta abierta para vigilar al crio? ¿es que mi sobrina había dejado las buenas apariencias de lado y al final iba a tirar por la calle de en medio? Si eso era así, yo tenía todas las probabilidades del mundo de sacar tajada de la situación, así que cuando prendí el termo de butano, dejé pasar un tiempo prudencial y avance por pasillo con las pulsaciones a mil por hora.
- Espera sobrina, voy a darte una toalla de baño limpia, creo que tu tía las guarda en el armario
Mientras buscaba la toalla vi como ella, con la puerta del baño totalmente abierta, giraba un poco el torso desnudo para empezar a bajar la cremallera de la falda, luego, sosteniéndola con una mano, la dejó caer hasta los tobillos y se la quitó, quedándose solamente con las braguitas blancas de lycra y se puso a frotar la mancha de la falda en el lavabo con un poco de jabón. Es imposible que os pueda describir a la perfección lo que me entró por el cuerpo, pero imaginaos vosotros la situación.
Una mujer alta, bien formada y con un cuerpo atlético, una piernas largas y morenas, unas caderas anchas ceñidas por una escueta braguita de lycra semitransparente que deja translucir la oscuridad del vello púbico por delante, y por detrás deja dos mediaslunas blancas sobre las cachas del culo. Unas tetas grandiosas, repletas y tersas, que se cimbrean adorablemente cada vez que sus manos frotan la faldita que está lavando y por fin una larga melena rubia, recogida en una cola de caballo, enmarcando una cara de rasgos nórdicos. Excitante ¿verdad? Pues pensad como estaba yo viendo aquel espectáculo en vivo y en directo, empalmado como un semental.
- Toma Raquel, la toalla, si necesitas algo mas me avisas
Quijotescamente cerré la puerta del baño, aunque privarme de la visión de aquel cuerpo era lo que menos deseaba en ese momento. Sentía que no podía aprovecharme de mi propia sobrina, que estaba mal que la lujuria empañara mi relación familiar con ella, pero no había dado ni dos pasos para ir a coger a Felipito en brazos, cuando ella misma fue la que volvió a abrir la puerta.
- No, no, tito, mejor no cierres, no quiero que el niño coja un berrinche después de haber mamado, quédate tu con él vigilándolo y deja que me pueda ver desde la cama mientras me ducho
Agggggggg, las trompetas del apocalipsis resonaron de nuevo en mi interior, ahora si que nada ni nadie iba a librar a mi sobrina de mis ojos lujuriosos. Ni yo me dejaría llevar por la timidez ni había nadie en la casa que pudiera interponerse entre ella y yo. Si a Raquel parecía no importarle que la viera desnuda, yo no me iba a hacer el estrecho y pensaba aprovechar al máximo lo que el destino me deparara, así que me lancé al ataque
- Sobrina, se te ha quedado el cuerpo muy bien después del parto, ni siquiera se te han caido las tetas un poco
- ¿Tu crees tito? Pues yo estoy un poco acomplejada, porque Felipe apenas si me toca
- ¡Pero que dices, niña! Ya me gustaría a mi que tu tía estuviese ni la mitad de buena que tú
- Jajajajajaja como se entere tita de lo que dices se va a enfadar
- No, tu tía se va a enfadar como se entere de que yo te he estado mirando mientras te desnudabas para meterte en la ducha
En ese momento, sin que sonaran campanas ni nada parecido, mis deseos se hicieron realidad de golpe y porrazo, porque mi sobrina sin que le temblara el pulso ni diera muestras de vergüenza alguna, se llevó las manos a las caderas y se bajó las bragas hasta los tobillos con un movimiento gracioso y rápido. Se quedó totalmente desnuda frente a mí, dejando que le viera bien el coño medio abierto, mientras me miraba fijamente a los ojos con una expresión muy seria en el rostro
- ¿Y como se va a enterar? ¿es que tu se lo cuentas todo?
De pronto cambió la expresión y se puso a reir mientras se daba la vuelta y se metía en la bañera
- Jajajajaja, hay que ver la importancia que los de vuestra quinta le dais a la desnudez y al sexo en general ¿sabías que a mi marido le gustan los intercambios de pareja y no para de intentar convencerme para que lo hagamos? Pues ya ves, y tiene solo ocho años menos que tú, tito. El sexo sirve para disfrutar del amor, no para buscarse problemas
Me quedé callado admirando su culo redondo y firme y cuando se inclinó un poco para abrir los grifos y coger el jabón su entrepierna peluda y rosada quedó completamente expuesta a mi vista.
- Y a ti ¿te gusta eso de los intercambios, sobrina?
- Si, quiero probar, pero estoy esperando que llegue un hombre como tú y se decida
Durante unos minutos no volvimos a hablar, ella se enjabonaba todo el cuerpo y de vez en cuando me miraba a los ojos, mientras yo recorría toda su anatomía con la mirada, sin dejarme ni un centímetro por escrutar. Me fijaba especialmente en los pliegues y relieves de su piel, en las ingles, en su vientre blanco y brillante por el agua, en los pelos negros y rizados de su pubis, en los labios rosados y abultados,algo entreabiertos, de su coño, en su espalda recta y sus muslos fuertes y musculados. Cuando tuve su imagen bien guardada dentro de mi cabeza y la constancia de que podría recordarla siempre en el futuro, decidí romper el silencio.
- ¿Un hombre como yo? ¿Te gustaría hacer el amor con un hombre como yo? ¿Hablas en serio?
- Dios mio, pero que tontos podéis llegar a ser los hombres…..¿es que quieres que me humille pidiéndotelo? Es a ti a quien deseo desde que era una niña
Salió de la bañera sin secarse, descalza y con los pies mojados y dejando las pisadas sobre el parquet, se dirigió desde el cuarto de baño al dormitorio, donde su hijo , por fin, se había quedado dormido sobre la cama y desde donde yo la miraba extasiado por su belleza al desnudo.
- O me follas ahora o no te daré otra oportunidad, tito, es la primera y la última vez que te lo voy a pedir
No hizo falta que me dijera mas, mi mujer, desde el portafotos de la mesilla de noche, vio como me desnudaba en dos zarpazos y como nos besábamos en los labios con toda la dulzura del mundo. Fue un beso prolongado, intenso, un beso que habíamos estados dándonos durante años sin saberlo y que ahora estallaba mientras nos abrazábamos desnudos el uno contra el otro. La tendí en la cama, bocarriba, y acaricié sus tetas y sus pezones de madre lactante, probé un poco de su leche que me supo dulce como la miel y recorrí su vientre con mi boca haciéndole cosquillas.
- Un poco mas abajo, tito
- ¿Quieres que te lo coma?
- Si, por favor, cómetelo
Mi lengua hizo estragos en su coño, salado y ardiente, cuando le chupé y le mordisqueé el clítoris, mientras ella daba gemidos de gusto y a punto estuvo de despertar al niño. Luego mis dedos exploraron todos sus escondites y palparon cada relieve de su entrepierna, la penetre con ellos por el culo y por la vagina, acaricié sus labios íntimos hasta la extenuación y la hice suplicar que terminara con aquello
- Ay tito ¿que me haces? Fóllame ya….fóllame ya….métemela….mira que no aguanto
Un hombre de mi edad sabe cuando ha llegado el momento, así que hice que con sus manos me acariciara la polla y que fuese ella misma quien la dirigiera hacia su interior, tiesa y rígida como un palo. Se entretuvo un poco restregándose la pipa con el glande de mi pene pero inmediatamente hizo que la penetrara y rodeó mi cuerpo con sus muslos para que no me pudiera escapar.
- Ya eres mio, échame tu leche dentro que yo soy tuya, solo tuya
No hubo necesidad de kamasutra ni de posturitas pintorescas, ella seguía bocarriba y yo casi la aplastaba con mi peso mientras empujaba con mi polla en su entrepierna. Con un brazo mantenía elevado mi cuerpo y con la mano libre le acariciaba las tetas o le pellizcaba el culo, hasta que llegado el momento álgido le penetré el ano con el dedo corazón. Ella me acariciaba la espalda con pasión y en algún momento no quiso ahorrarme un arañazo doloroso ni un mordisco en mis pezones, pero cuando empezamos a corrernos juntos agarró mis nalgas como si sus manos fueran garfios y me obligó a aumentar el ritmo de mis penetraciones
- Te quiero tito, te quiero con locura….. amor mio, sólo tu eres el hombre que me hace feliz
La besé en la boca para que no dijera nada irremediable. Solté toda la carga de mis testículos dentro de su coño, sin tomar precauciones, sin sacarla en el momento oportuno. No nos importaba nada ni nadie. Ella se corrió entre espasmos y contracciones de su vientre y se quedó desmadejada sobre la cama cuando yo me aparte y me tendí a su lado, mirando como mi semen se desbordaba de su vagina y manchaba sus muslos y la colcha de la cama.
- Mira, tito, mira el mamoncillo este
Felipín sonreía, mirándonos en su inocencia mientras se chupaba el puñito con su boca desdentada, tendido junto a nosotros.

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